La calidad del aire interior es uno de los factores que determinan la funcionalidad y confortabilidad de un edificio, ésta afecta a sus ocupantes y la capacidad para llevar a cabo sus actividades e impacta positiva o negativamente en usuarios habituales y visitantes. Cuando la calidad de aire interior es deficiente, los propietarios y gerentes de los edificios tienen que dedicar recursos considerables para resolver las quejas de los usuarios.
La calidad de aire interior afecta directamente a la salud de los usuarios, el confort y la productividad de estos.
La productividad en las personas puede verse afectada hasta en un 10% en un edificio de oficinas, mientras se torna un poco más severa en ambientes de tipo educativo para niños donde la productividad puede disminuir hasta en un 20% cuando se tiene una pobre calidad de aire interior.
Pawel Wargocki, Ph.D. How Poor Indoor Environmental Quality Affects Performance in Work Environments and Educational Buildings
Los efectos que resultan de una deficiente calidad de aire interior incluyen irritación en ojos y garganta, fatiga mental, nauseas, la enfermedad de legionario y la intoxicación por monóxido de carbono (CO), entre otros. Los efectos más generalizados en la salud incluyen el aumento de alergias y asma debido a la exposición de contaminantes internos de la edificación (particularmente los asociados con la humedad y el moho de construcción), los resfriados y otras enfermedades infecciosas que se transmiten a través del aire y los síntomas del “síndrome del edificio enfermo”. Estos factores más generalizados tienen el potencial de afectar a un gran número de usuarios de edificios y están asociados con costos significativos debido a los gastos por incapacidades médicas y pérdida de productividad. Se estima que una buena calidad de aire interior reduce potencialmente los costos asociados a incapacidades médicas y ausentismo y mejora el desempeño laboral de las personas.
Cyfracki, L., en 1990 reportó que un incremento en la productividad de las personas de tan solo un 0.125% sería suficiente para cubrir los costos de mejorar los sistemas de ventilación en una edificación, mientras que Dorgan, C.E., en 1994 afirmó que se pueden obtener incrementos en la productividad de las personas de un 1.5% en edificios sanos y hasta un 6% en edificios enfermos.
A pesar de estos impactos significativos, muchas decisiones de diseño y construcción de edificios se toman sin un entendimiento de las consecuencias potencialmente graves de una deficiente calidad de aire interior. A pesar de que durante muchos años ha sido relevante mantener controlados los niveles de contaminantes en el interior de un edificio, proporcionar una adecuada ventilación y el confort térmico de los usuarios, la conciencia y las preocupaciones sobre la calidad de aire interior han aumentado en las últimas décadas. Sin embargo, en la mayoría de los casos la calidad de aire interior no es todavía un problema de alta prioridad en el diseño o la administración de edificios en comparación con la función, el costo, el espacio, la estética y otros atributos como la ubicación.
Dado los beneficios reales de una buena calidad de aire interior y las consecuencias potencialmente graves de que ésta sea deficiente, los propietarios de edificios, consultores, diseñadores y contratistas deben enfocarse en proporcionar una buena calidad de aire interior en sus edificios a través de una correcta planeación, diseño, construcción, operación y mantenimiento de la edificación.
Autor: Ernesto Porras